miércoles, 30 de septiembre de 2009




Yo no soy ese tibio decapitado que pregunta la hora, en el segundo entre dos oleadas. No soy el desnivel suavísimo por el que rueda el aire encerrado, esperando su pozo, donde morir sobre una rosa sepultada. No soy el color rojo, ni el rosa, ni el amarillo que nace lentamente, hasta gritar de pronto notando la falta de destino, la meta de clamores confusos.

Más bien soy el columpio redivivo que matasteis anteayer.
Soy lo que soy. Mi nombre escondido.
Premio Nobel de salud quebradiza, domiciliado en calle Wellingtonia, luego llamada calle Vicente Aleixandre

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