lunes, 26 de octubre de 2009


(...) Y acuérdome que, estando el negro de mi padrastro trebejando con el mozuelo, como el niño veía a mi madre y a mí blancos, y a él no, huía de él con miedo para mi madre, y señalando con el dedo decía: "¡Madre, coco¡". Respondió él riendo: "¡Hideputa¡".
Yo, aunque bien muchacho, note aquella palabra de mi hermanico, y dije entre mí: "¡Cuántos debe de haber en el mundo que huyen de otros porque no se ven a sí mismos¡".
A. (cero a la izquierda)

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